jueves, 17 de marzo de 2011

Box y Lucha y su nueva era, publicando CMLL, indies y WWE (sin fotos)



En pocos lugares tendrían cabida  personajes tan descarademente parasitarios, como en el ambiente de la lucha libre.  Hoy referiré a una notable y añeja sanguijuela del medio, Javier Muñoz, (a) Camarín, (a) Lobo Estepario (nota de Prometeo: dudo mucho que el sujeto haya siquiera oído hablar del libro que lleva el mismo nombre, del autor alemán Herman Hesse). Hombre dedicado a obtener ganancias por medio del "chayote" (la venta de publicidad disfrazada de reportajes gráficos, generalmente a luchadores de bajo perfil) en la revista Box y Lucha, y difamador dentro de la misma.  Sin saber absolutamente nada de la lucha libre y su funcionamiento, y por medio de la terriblemente redactada columna Paliques enmascarados, antes llamada Llaves y piquetes de ojos, este pesetero personaje ha forjado, además de la nada loable distinción de reportero "chayotero", una vasta trayectoria de difamación, calumnia y ataques personales. En la lucha libre profesional, hoy se pueden ver con claridad dos posturas: la retrógrada, aquella que tiende a ver todo tiempo pasado como mejor simplemente por ser eso, pasado, y la moderna, aquella que no teme a cambiar de raíz lo que sea necesario con tal de mantener vigente la industria como entretenimiento de masas; aunque existen también perspectivas moderadas en torno a esto, las más evidentes -como siempre- son las más polarizadas, las que se hallan en el extremo,  el avance y el retroceso, lo que en política se conoce como progresismo y reacción. Uno de los valuartes de la reacción luchística es justamente Muñoz, uno de los hombres que ha contribuído a través de los años a consolidar la idea de que la información de lucha libre no vale un solo centavo, y por ende no genera ventas de revistas, diarios, etcétera. Y dentro de esta realidad alterna en la que vive la gente como él, el luchador y sus promotores deben pagar por ser publicados, inclusive en una revista especializada en la materia, ya que el impacto comercial de los contenidos es tan mínimo como las páginas de sociales de un diario, donde los interesados en que su boda -que en la mayoría de los casos importa un bledo a la opinión pública- aparezca en una publicación impresa, tienen que desembolsar fuertes cantidades de dinero por ver su cara impresa en papel periódico. El "chayote", impulsado fervientemente por gente como Muñoz a cambio de cincuenta centavos, es el culpable de que muchos medios impresos se nieguen a publicar notas de las empresas mexicanas a menos que éstas les paguen -mientras poco les falta para pagar por que la WWE les deje entrar a cubrir sus eventos-, como si la lucha libre mexicana fuera un producto que no produjera en sí mismo ganancias a los editores.

Hoy en día se tiene la peregrina idea, gracias a los reaccionarios de la lucha libre, de que las empresas deben de pagar por ser publicadas, incluso a revistas especializadas en lucha libre, que de hecho se sostienen de los contenidos que logran obtener o que en ocasiones las propias promotoras les otorgan como cortesía.

Esto viene a colación por el reciente veto emitido por AAA a la revista Box y Lucha, misma que en la actitud más infantil y  revanchista publicó una entrevista con El Hijo del Santo -en lugar de la siguiente parte de la entrevista en serie con la Licenciada Marisela Peña- y una columna escrita por Muñoz en contra de AAA, cuando lo que deberían estar haciendo es buscar reencontrarse con la directiva de la tres veces estelar. Por todos es sabido que los diarios bien pueden o no publicar lucha libre, pero las revistas especializadas perderán, invariablemente, un segmento de mercado al dejar de presentar contenido de alguna de las empresas fuertes, que en México son dos, y siendo generosos en el cálculo, la ausencia de todo contenido de AAA les quitará al menos la mitad de sus lectores.

Para nadie es un secreto que Box y Lucha contaba con un buen trato, si no es que un trato preferencial, por parte de AAA, y que durante un buen tiempo la propia tres veces estelar proveía de contenidos a la revista.  Ahora que ya están vetados y no ven marcha atrás en el asunto, el chayotero Muñoz lanza una ridícula condena a "50 años de olvido", cuando la verdadera condena, la que sí se reflejará en las gráficas de rentabilidad de la revista, es de "al olvido los 50 años". Así es: los más de 50 años de Box y Lucha podrían irse al olvido si el ingeniero Camacho no comienza a analizar qué le conviene más: publicar AAA o apoyar al Hijo del Santo, el que amenaza con demandas a medio mundo, el que no vende ni un boleto y mucho menos venderá diez revistas. ¿Que si Box y Lucha ya había sido vetada y sobrevivió? ¡Claro! En otra época, ahora las variables son otras, hoy en día la afectación sufrida por la ex revista azul podría ser letal, y dudo mucho que El Hijo del Santo entre como inversor para rescatar la revista cuando ésta se encuentre en una grave crisis. Ingeniero Camacho, llegó la hora de alzar la cabeza y sacar adelante su publicación. Limpiar su directorio de gente que le vuelve más ríspidos sus problemas, recuerde que está en conflicto con la gente que debería tener de su lado, mientras con usted están un conocido chayotero y  un hombre cuyo título de luchador ya resulta dudoso. El primero que "asestó un golpe mortal a la lucha libre": el primero en equipararla con una obra de danza.  La moneda está en el aire para la revista azul, cuya caída libre comienza ya mismo, pues a diferencia, por ejemplo, de Super Luchas, no invierte un sólo peso en prácticamente nada, y no tiene una red de contactos y corresponsales por el mundo que le permita ofrecer alternativas de contenido a sus lectores; eso sin contar con que su internet, salvo su frecuentadísimo foro -usado casi siempre por la propia gente del medio-, tiene un tráfico ínfimo, y poco puede hacer con él para promover la venta de revistas. La pregunta del millón es: ¿Quién pierde más con la ruptura, AAA o Box y Lucha?


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